miércoles, 12 de julio de 2017

ESTUDIOS ACADEMICOS


ESTUDIOS ACADEMICOS

N. Elias y E. Dunning han demostrado que los deportes, entre ellos el fútbol y el baloncesto, concentran y controlan las emociones humanas que no se demuestran en la vida pública. En vista de ello, la violencia queda regulada por medio de ciertos controles que apuntan a la competencia agonal y a la caballería. Si bien la práctica de deportes en la modernidad es menos violenta en comparación con otras épocas, las hinchadas parecen tomar mayor protagonismo, reconfigurando el monopolio de la violencia en estos espacios.
El hooliganism es una fiel expresión de cómo funcionan las sociedades industriales. Se puede entender como una negación al conformismo mediático basado en experiencias hedonistas y cortoplacistas, cuya reificación se corresponde con el deseo de consumo. El mundo del deporte permite una temporal liberación en donde el consumo de estupefacientes, la adrenalina y el alcohol van condicionando la estructura de la mentalidad y el cerebro. A diferencia de otros ciudadanos, los "barras" desarrollan una mayor dependencia a las experiencias hedonistas y nuevas. Esta tendencia, particularmente, los predispone al consumo de drogas, al desarrollo de prácticas violentas y a la impulsividad.

Las teorías psicológicas apuntan al hooligan como un individuo con serios problemas de relación y sometido a una constante frustración psicológica. La violencia, como el abuso de sustancias, descomprimen y nivelan la autoestima para evitar la fragmentación de la personalidad.Existen cuestiones de configuración de estatus y prestigio del hooligan respecto de sus pares que explica el proceso de retaliación propio del deporte: este proceso de retaliación consiste en dirigir un acto hacia un objeto que no es el estímulo inicial de la respuesta; incluso la misma presencia coactiva del Estado en los espectáculos a través de la policía despierta hechos vinculados a la agresión. La violencia, en ocasiones, se ejerce sobre quienes no están a la altura de las circunstancias.
Para explicar este fenómeno, el antropólogo argentino José Antonio Garriga-Zucal afirma que la violencia adquiere una función particular: fija y mantiene los límites territoriales de los grupos humanos. Los "Barras" mantienen un fuerte lazo con su espacio físico, su club, el barrio. Por lo tanto, el problema de la violencia no viene asociado al lazo social, sino a una forma de intercambio que resignifica el mundo del fútbol. La “hombría, la masculinidad y el aguante” son elementos culturales esenciales en la forma de vincularse con otros.
Javier Bundio sugiere que las amistades y enemistades pueden explicarse por medio de la construcción del enemigo común: la idea de que el amigo de mi amigo es mi enemigo crea una tensión entre los grupos imposible de sostener en el tiempo. Por el contrario, el equilibrio se adquiere cuando se invierte la fórmula: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. La tesis del equilibrio es por demás interesante para comprender las formas de cómo se tejen las alianzas entre las hinchadas. Bundio confirma que las hinchadas se comparan entre sí mediante el discurso. La alianza fortalece el vínculo entre los grupos, similar al intercambio de dones que implica una suspensión temporal de la hostilidad. Partiendo de la base de que el conflicto es la norma impuesta, entre quienes mantienen similitud de bordes la amistad es vista como algo peyorativo pero imperiosamente necesario para evitar la derrota en inferioridad numérica. No obstante, en ciertas circunstancias, el modelo de Haider no puede explicar cómo se pasa de un estado festivo de camaradería a otro de agresión.

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